Todas las palabras que nos dijimos, que no nos dijimos, el mosaico de las penas de abril. Los abrazos de nicotina que se apilan en la terraza del patio interior. Yo digo «papel», papel susurro, papel de terciopelo en tus labios, si te acercas a menos de tres centímetros. Y te miras y me miro y nos miramos, inciertos, indispuestamente complejos, ata(ca)dos por una cuerda floja. Ven, Fred Astaire, baila sobre nuestras esposas de polipropileno, baila sobre nuestro puente de silencios, sobre las miradas, sobre mis dedos entrelazados con tus manos. Sobre mis gritos ahogados en desvelos de madrugada.
Y yo te digo «estoy derrotada» con la esperanza de que me dejes sola. Y tú me dices «papel», y no te entiendo. No te entiendo por qué sigues y no te alejas, y me dejas, y te quejas de aguillotinar la posibilidad de sufrimiento. Y prefieres el riesgo a sufrir que vivir tranquilo. Y tú, tú, tú me sigues diciendo «papel, papel, papel». Me ruegas creer, me ruegas papiroflexia.
Y yo inflamo los origamis.
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