10.23.2013
Pathos III
Orchid I
—Llevaos a los chicos—masculló uno de los policías, un hombre grande y serio, con el bigote espeso y las facciones duras, propias de un prusiano. Se había alejado para vislumbrar las pisadas de barro de los supuestos asesinos, pero nada que permitiera identificarlos. No había prueba ni rastro de ADN que fuera a facilitar avanzar en el caso. Los curiosos empezaron a asomarse a través de las cortinas de los salones, dejándose llevar por el horror y el morbo de la situación. La señora Pitcher se llevaba las uñas a la boca constantemente y susurraba incoherencias. Celestino apuraba un café, al otro lado de la mesa.
—Era un pobre muchacho.
—Esta juventud está enferma, ¿te has fijado, eh, te has fijado? Eso son las drogas y los padres, que no ofrecen una buena eduación a los muchachos, pero, ¿de qué educación hablamos? ¿Los has visto? Ayer los vi fumando en el portal, ¡y al entrar al instituto! Es una vergüenza, te lo digo yo, ¡me asusta! ¿Y si nos pasa a nosotros, Celestino? ¿Y si nos amordazan? ¿Y si me violan? ¡Ay, no, por Dios, Virgen Santísima, qué horrible, qué desgracia tan grande! Las drogas, Celestino, ya te lo he dicho. Esta gente se mete de todo y en cualquier momento. Espero que no le pase nada a Susan, espero que no se acerque, mañana no saldrá a la calle.
A Marion le gustaba la sangre, sí, pero no podría nunca sentir más que sencilla curiosidad por las lágrimas carmesís que caían denotando lo irreversible del suceso.
El cielo se había encapotado en el letargo dulce de las horas. Marion se sacudió con un gesto leve las rodillas.
—Vamos a casa. Tengo frío.
10.22.2013
Pathos II
Pathos I
10.08.2013
54
9.28.2013
53
A uno se le cansan las manos y las neuronas de pensar en pasado. Hay demasiados tiempos. Pretérito perfecto, el simple y el compuesto, y luego el imperfecto, que también peca de desdoblamiento de personalidad; el pluscuamperfecto con sus dos vertientes, y el condicional, el que más duele, el que deja con la miel en los labios. Todos se olvidan del futuro y del presente en el Café de Las Camelias, pero en un esfuerzo compensatorio por evadirme del calor húmedo del Levante no se me ocurre otra cosa que contradecir lo establecido y desgarrar un par de folletos de hace dos años. Se desgarran sístole y diástole, de pronto, a la par, al mismo tiempo, y la ternura se deshace sobre las palmas sanguinarias. Asesina de recuerdos, devoradora a contracorriente del sucio dolor-placer de la morriña. Aquí de nuevo. ¿Ves? De nuevo, de viejo, morriña, nostalgia, melancolía, Café de las Camelias. Reproduciéndose en un tocadiscos, vinilo de diamante (de sangre).
Quizás los días dejan cada vez menos huella. Ya no queda rastro de cristal sino manchas de cuando la lluvia golpeaba las ventanas, en tiempos de tormenta.
La calma se alzó en el horizonte, triunfante. No es mi estilo, esto de la paz y tranquilidad, pero las quejas son quisquillosas, y más cuando la tormenta te hacía llorar de lo empapada que te dejaba.
A veces es mejor ducha con ropa que calarse hasta los huesos con diluvios de otoño.
6.30.2013
Bau
5.17.2013
52
No había luz. Había por doble partida, partida por la mitad con el trazo suave de la sombra de una lámpara, éstas que se llamaban Art Decó. Estas tantas que como cualquier moda se difumina con los años su presencia.
Apretó sus labios y suspiró con delicadeza. No había nada más que delicadeza en cada uno de sus gestos, como un etéreo hálito de inocencia inmerme, descuidadamente calculado. Hermoso. Hermosa, como toda ella. Era un moño caramelo desecho, con un par de mechones sobre la frente y los parietales. Era una sonrisa dulce de limón y dientes menudos y brillantes. Era mejillas coloradas y la sensación de que las horas no eran más que un entretenimiento simple, una obligación en ocasiones. La existencia del estrés como incógnita de su propia existencia: nunca perdió la calma ante los problemas. Quizás es que nunca tuvo. Quizás era su simpleza, su sencillez. Y es que era la más perdonable de las transparencias, el arquetipo más consentido.
5.05.2013
51
50
4.30.2013
49
Pausa.
-Ey. ¿Estás?
-Yo...
Suficiente. Acopio.
De acuerdo, indiferencia. El gesto más sutil, lo más dañino posible.