3.29.2014

60

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Me gusta que me acaricies
             desnuda
                    sobre tu cama
           y despertarme con el perfume
           de tus besos
sobre la almohada.

59

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Podría haberse tratado de un papel,
un papel inocuo,
un deseo inocuo,
un desliz imaginario.
Podría haberse lanzado
desde aquel terrario
después del trato pactado
de no volver a mirarle directamente
a los ojos.
Pero también fue deseo
el despertarse con lágrimas y sofocos
aquella mañana del doce de marzo.
Lágrimas de amatista,
de esmeralda,
lágrimas de cuarzo,
lágrimas de trapecista.
Bailarina de dolo y gualda,
de culpabilidad contorsionista
moviéndose con ligereza
sobre tejados de tristeza
y pizarra.

3.05.2014

58

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Tragué la vajilla en pedazos para que la boca me supiera a sangre sin moderme la lengua.
Las vértebras se retorcieron sobre su eje de simetría. Como una víbora que coleaba, como una sinusoide letal. Se lanzaban los dedos sobre una garganta de esquizofrenia y oxitocina, serotonina, dopamina. Morfina intravenosa, un dulce dolor que le llegaba hasta lo más profundo de sus pensamientos. Si hubiera podido rasgar las paredes, lo hubiera hecho, pero se mordía las uñas. Tan sólo podría haberlas acariciado con sus yemas en un sutil intento de hacer daño. Era patético. Patético, sí. En ésto que piensas en asuntos patéticos, cómo no, y en eso que piensas en esa balada, "La Patética", que cómo se podría figurar Ludwig que aquello era, yo qué sé, ¿por qué desmerecedora?, nunca fue menos, quizás, sí, quizás mi favorita. Qué puta mierda, puta mierda, PUTA MIERDA. Qué qué qué qué, contesta, contesta, ¿qué haces? Eres un gilipollas. Tenía razón, y he estado apunto de acabar pero y si en realidad, no, y si, bueno, yo también me he tirado estudiando toda la tarde. Y qué más. Pero mírame, he tenido la mínima decencia, la puta decencia de dirgirme y hablarle y AH no, no, no, en absoluto, no debería, veneno, infierno, tortura. Mal, lo estás volviendo a hacer. Este apocalipsis no se cierra en banda, no me deja seguir. Siempre vuelve como las olas a la orilla, como un amante que nunca se cansa de ser despechado, utilizado. Títere. Títere del mismo juego. Todos somos títeres.
Títeres de porcelana.

57

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    síndrome
síndorme

             síndormir
sin dormir
             
                                 sin dor mi
         sin dor vi
                  sin do vi
     si do vi

  si dos vi

         si dos ví, te ví, te ví.


        abstinencia.

3.04.2014

56

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Se llama vacío. No tiene nombre. No tiene nombre que importe ahora demasiado.
Se levanta temprano, quizás no tanto como a mi me gustaría, pero suele hacerlo cuando es verano. A mi también me gusta despertarme cuando el sol apenas ha salido, para acercarme a la ventana con el camisón a la altura de la pelvis, medio subido, arrugado, y las sábanas cubriéndome hasta el cuello, y mirar al cielo con la esperanza de que las pinceladas de hoy sean distintas de las de ayer. Ha amanecido en rosa y púrpura. Púrpura, como la sangre, como los mantos de los grandes monarcas franceses, con su flor de lis. Como los cardenales y sus joyas, y los cardenales de cuando caes desde un columpio y te raspas las rodillas. Púrpura, y violeta. Hacía tanto que no me enamoraba de un violeta tan puro y tan dulce, tan tierno. Y silencioso.
Vuelvo a apoyarme sobre los almohadones. Son blandos. Ojalá estuviera a mi lado. Quizás se haya levantado, como suelo hacer yo, así de temprano, y como suele hacer él en verano, y. Y no me apetece encender el teléfono y sí desaparecer durante unos instantes, mientras me duela entre las costillas y las cosquillas me suban por la conciencia. Debería estudiar, pero eso ya no me preocupa. Acabaré perdiendo el tiempo, como suele ser costumbre tratándose de un domingo por la mañana. Algo raspan los domingos, que tienen un aroma a salitre y apocalipsis. El finisterre de la semana, sin lugar a dudas, el acantilado gallego de las obligaciones. Como el lunes es el sumidero. El golpe maestro. La realidad. Septiembre, supongo.
Quizás, debería hacer algo. No, no me refiero al lápiz y al bolígrafo, sino a los besos y las mentiras. ¿Son mentiras? ¿Lo son? ¿Estoy mintiendo, estoy engañándome? ¿A quién engaño? ¿Por qué engaño? ¿Acaso lo es? El producto de la imaginación y la morriña, como siempre, conmutativo, distributivo y con resultado igual a confusión. En tiempos de Carnaval no se puede esperar menos, se revolucionan las hormonas, o eso quiero jutificarme. Sí. Ojalá sirviera como justificación, porque el problema vendría con maletas y billete de vuelta.
Pero no le veo maletas, ni billete de vuelta. No lleva nada. No lleva identificación, no tiene apellidos, no tiene nombre, tampoco. ¿Recordáis? Se llama vacío. Se llama vacío porque no tiene importancia ahora, pero acabará teniéndola, como la tienen todos los fugitivos. 
Como la tienen las incógnitas.

55

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Sólo ahora, después de tantos meses, se me ocurre reabrir el baúl de los recuerdos, el baúl donde las caricias vienen en forma de pluscuamperfectos y aromas de mil palabras.
Es aún la madrugada del año, a las puertas de Marzo, justo ahí. Ahí mismo. Y es ahí mismo cuando me doy cuenta de los cambios que llevan sucediéndose desde hace año y medio. De esos cambios que duelen, que arañan, que despellejan. Despedidas inconcebibles, pérdidas incalculables en amistad y horas sin disfrutar, lágrimas que se miden en cubatas y quintos de noches aleatorias. A veces la felicidad cuesta el precio de otra felicidad soñada: el sueño de lo que hubiera sido si no se hubiera dado el salto mortal. 
La suerte tiene un doble filo, como la nostalgia. Cortan por ambos lados, y no solemos ni darnos cuenta. Sólo cuando el corte es lo suficientemente profundo y la sangre supura desde hace horas, cuando el daño es irreversible. Sólo entonces, en ese preciso instante, nos empezamos a percatar que la dulce felicidad te ha cortado las alas.
Bueno. Que te las cortaste tú mismo.