8.22.2014

Prot June 27

Jonathan se llamaba Jonathan y odiaba llamarse Jonathan, como odiaba la menestra de verduras y levantarse antes de las diez los sábados en invierno. Hubiera preferido un "John" o un "Jack", o cualquier nombre de esos europeos que le sonaban tan exóticos. Pero no. Jonathan, en el puesto número quinientos veintisiete de popularidad. Puede parecer algo nimio y estúpido, y sin embargo siempre le supuso una pesada losa para su ego. A su nombre le achacó su carente carisma para dominar al público de los partidos de rugby, un repelente natural de mujeres y unos cuantos suspensos durante los dos últimos cursos en el instituto. A Jonathan le hubiera gustado ser una estrella mediática nacida en los suburbios, alimentado a base de alcohol, cigarrillos y mal de amores. Una especie de superhombre de estética alternativa y estatus alfa. Sin embargo, de lo único que podía fardar era de vivir en el mismo barrio que Harry Potter, en Privet Drive.
Descubrió por experiencia propia que repartir tarjetas de visita entre sus "conquistas" no era el mejor modo de atraer mujeres en un club nocturno, pero apenas surtían tampoco efecto sus movimientos de caderas en las pistas de baile. Ni sus miradas pícaras. En un arrebato de desesperación, el muchacho se decantó por empaparse de la sabiduría popular encerrada en la "Cosmopolitan" y estudiar con detenimiento las seis temporadas completas de "Sexo en Nueva York". Desistió después de que le arremetieran con un "Lego Clutch" de Chanel tras una propuesta que incluía "donut" y "sexo oral". Nunca lo comprendió.

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