10.22.2012

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Ha vuelto a sonar el teléfono mientras estaba en la cocina, el eco distorsionado de las cuerdas vocales de Jagger que se esfuerza por traspasar los tabiques, no alcanzo a oírlos. Vuelta y vuelta de sandwich de queso en una sartén, aroma a melocotón, a té verde, a kiwi y a tu camisa. Bailas y reinas como si Elvis y sus caderas, no compares, a tanto no llegas. Pero las risas ya rebotan sobre los azulejos y una vocecilla dulce y sedante tararea "Here Comes the Sun" en el 95.9 FM, y qué ironía, hasta hace dos días aquella ventana se cubría con una cortina de lluvia.
Sexto sentido y doble rasero el de tus llamadas perdidas. Si te he visto este mediodía, no sé qué buscas sino enredarme en tus insinuaciones baratas. Se me encoge el corazón. Recuerdos. De ti bebo a través de los recuerdos. Y es triste, qué te voy a contar, si vives en mi memoria lo poco que duren ellos, hasta que se esfumen entre fechas y momentos superpuestos, como las sillas con ropa. Ahí va una prenda, y tan pronto como llega esa una ya están en mente otras cinco más, pero para cuando pretendes salir de fiesta has olvidado por completo la blusa de encaje que dejaste tras venir del café teatro. El paquete de cigarrillos, cuánto más intacto, cuánto más llorado. El Malboro de tus labios de contrabando.
No era la rue du Cherche Midi ni el Pont des Arts, pero si me preguntaran dónde y con más ansias querría verte, sería en la Avenida, allí, el mordisco del asfalto sobre los álamos, y mis mordiscos sobre tu hombro. Te tengo de noche, de madrugada, de tardes y mañanas, abrazar tu espalda sin miedo a... Sin miedo. No sabes ni de Warhol, ni de Mondrian, ni de ríos metafísicos ni Fred Astaire sobre el escenario. Pero es que me ha tocado el papel de ser Oliveira, de verte nadar en esos ríos que anhelo, de verte como la Maga y añorarte por esa libertad que no alcanzo. Estoy limitada, lo reconozco. Sólo soy nihilista hasta que sales por el portón verde de la esquina con Bérite. Sólo entonces se me olvida, por evitar atropellos de ciclistas nada bohemios, e invitarme en la cafetería. No te confundas, dices, no es caballerosidad. Pero yo sonrío a mis adentros, porque ciertos versos cobran vida en esas palabras sin intenciones.
—"Said she wasn't going but she went still, likes her gentlemen to not be gentle..."
¿Qué dices?
Déjalo.
Sobre los bancos, tú me cuentas. Ahora me da por pensar que quizás estaba todo ésto un tanto determinado, no sé, la escena de la piscina sabe tanto a premonición. Pero hubiera deseado, quizás, sólo divago, un poco más de ternura. Y es pedir demasiado, de algún modo, yo tampoco me lanzo, ni me disparo. Este gatillo está en desuso de esperar a no se qué, y el no se cuántos. Gatillos desaccionados por dudas e indiferencia, los te quieros atragantados que me envenenan con su plomo. Y tú.
Tú feliz, creo que lo eres. Quizás hasta te tendré cerca, al llegar el verano. Allí tomaré de excusa el alcohol para dejarme caer sobre tus sábanas o tus brazos, a mi no me importa. Quién busca un amor pasajero, un amor pasaporte. Si tú lo buscas, ven y dímelo, ven y dime. Ven y dime. No quiero esperar a que Junio se haga con mi nervios para poder besarte.
Pero ni el frío ni los días, ni el frío ni el invierno. Ni el frío que no llega, ni el invierno que me espera, en ese Diciembre con garras de hielo, con la oscuridad de la que me sacaste hace no quiero saber el tiempo, serán condescendientes con tu recuerdo. Que acecho y despecho encuentran su eufemismo en "Se va a ir con otro". 

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