Hace tiempo que te conozco, aunque eso depende de lo que quieras llamar tiempo. Yo lo voy a considerar así: bastantes días, bastantes semanas, bastantes meses. Bastantes, pero no suficientes. Cuando algo se dice que es suficiente es porque no se necesita más, que está en su justa medida.
Yo no creo que no necesite más. Al contrario, si me dieran a elegir o de mí dependiera, no me cansaría nunca, ni querría que existiera un "hasta aquí", un punto y a parte, un punto y final. Hay cientos (quizás muchas menos) de formas de interpretar esta frase, y estoy segura que te habrás planteado al menos cuatro de ellas. No sé por qué digo cuatro, en realidad sólo me han venido a la cabeza un par, pero lo que se suele decir, echemos otras cuantas opciones más para rellenar. A pesar de que ni si quiera, y eso casi con seguridad, te hayas parado a pensar en ninguna. Cosas de intentar leer lo más rápido posible.
En fin. Pues a pesar de todo este tiempo o cantidad indefinidade momentos que se han ido sucediendo a lo largo de los meses, todavía tengo la sensación de que parece que no se van a acabar. O por lo menos, de momento, lo que en cierta manera, me reconforta. ¿Por qué? No sé. Son muchas razones juntas, o quizás sólo una, o unas pocas. Pero están todas entrelazadas, y vuelven siempre al inicio de todo. Al inicio.
Todo empezó a principios de Noviembre. 1, 2, 3. A la tercera, va la vencida.
Siempre me ha gustado rodar por barrancos, y consideremos que ese "siempre" se materializó un 17 de Julio de hace un año. Consideremos también que no rodé y, dicho sea ya de paso, que sólo estaba él presenciándolo. La suma sólo puede dar como resultado un "momento ridículo que resaltar el resto de mi vida".Genial. Aunque si fuera por recordar, también me acordaré siempre de la camiseta negra de The Who que llevaba aquella noche. Y de un par de frasecillas que prefiero obviar por su alta concentración de gilipollismo en ellas. Fué una buena noche, sí señor. Parece que hace siglos desde que pasó, y fíjate, quizás... quizás no ha pasado tanto.
En realidad sí. Como decía antes, 1, 2, 3, a la tercera va la vencida. Hacía escasos tres días que había sido Hallowe'en, o que lo había celebrado en compañía de varios amiguetes del colegio. Igual de excitante que los años anteriores. ¿Resaca? Cero. ¿Diversión? Nula. ¿Frustración? De eso sí que sobraba, y no poco. Terriblemente repetitivo, conformarse con la misma... (intento de cambio de) rutina de costumbre. Pero qué se le iba a hacer. Nada. Pues en nada se quedó.
Era miércoles. Todavía se podía llevar manga corta, aunque yo ya hacía uso de un perfecto jersey gris de mi padre y mis vaqueros Levis azules que me habían regalado hacía escasas semanas. No recuerdo si estábamos de exámenes, tendría que consultarlo en la agenda, pero juraría que habíamos acabado con ellos la semana anterior, con lo cual, estaba descansada, relajada, aburrida y muerta de asco en mi casa. No es que fueran los mejores días de mi vida (ni en broma), tampoco los peores, pero no destacaría nada especial de ellos. La misma mierda que de normal. En el recreo había hablado con María sobre pastillas, dietilamida del ácido lisérgico y cerebros cósmicos anfetamínicos, y Galleta me había repetido por quincuagésima vez lo mucho que me apreciaba, y que no me preocupara por no encontrar ningún maldito capullo que se interesara mínimamente en mí.
- ¿Sabes? Algún día encontrarás a alguien, y no tiene porqué ser nadie en especial, eso ahora es lo de menos. Normalmente, y lo que tienes que hacer, es no pensar en ello. Simplemente, no plantearlo, las cosas tienen que seguir su curso, y que todo salga como salga. A veces tarda más y a veces menos, pero que sepas que cuando llegue esa día, aunque simplemente ni te hayas fijado en él, o sólo sea alguien más sin importancia, alguien que pasa por la calle, un amigo de un amigo... quien sea. Esa persona te lo cambiará todo, y eso que tú no eres la que más aprecio tiene a estos temas, pero en serio. Es diferente, distinto. Te sientes... es inexplicable. Se trata de no buscar las cosas, de dejar que sucedan por sí mismas.
- Espontáneo, casual, natural, sin planear.
- ¡Exacto! De sentir cosquillas en el estómago pensando con qué te sorprenderá hoy, o con qué te levantarás mañana. Dejar la mente en blanco y que el destino se encargue de pensar por tí.
Qué fácil que es verlo desde fuera, es lo que se me pasaba por la cabeza cuando escuchaba sus palabras. Qué fácil es verlo cuando no estás agotada de no encontrar a nadie, de que te hayan quitado las esperanzas, de que el espacio que tenías antes vacío se hubiera llenado de orgullo y no cupiera nada más ahí. No sé. Todo mezclado, el resentimiento, el ego, el sarcasmo, la inaccesibilidad, hacían imposible todo. En lugar de conseguir ser feliz, estaba sumida en un perfecto mundo sin complicaciones, donde no había más rutina que la mía, el día a día, sin más. Hojas de calendario arrancadas y por arrancar.
Aún así, no habría cambiado nada de mi mundo por aquellos días. En realidad, fue el cambio el que llegó sin avisar.
No había deberes. Mejor dicho, no pensaba hacerlos. Sentada frente al ordenador, conversando con un nuevo amigo con el que compartía un par de secretos y piso en el colegio, única diversión. Salta una ventanita del chat. Una ventanita azul. Sorpresa. Recuerdas vagamente el nombre, sí, sí, tiene razón, lo agregué a los pocos días de conocerlo. ¡Eh, cuánto tiempo! Ya le dije a Majo que me cayó realmente bien... y otras cosillas más. Veamos qué se cuenta.
- ¡Hola!
- ¡Ey! ¡Hola, cuánto tiempo! Madre mía, ¿qué tal te va todo? (Oh mierda, maldita efusividad descontrolada)
- Muy bien.¿Vas a ir al concierto de Roger Waters?
- Quiero ir, pero no sé si al final me dejarán, seguramente me acompañaría una amiga.
- Ah, lo decía porque ya están a la venta las entradas.
- Ah, ¿sí?
- Sí.
- Ah, pues gracias. ¿Qué tal el verano y eso? Hace mucho que no te veo.
- Sí, bastante bien, la verdad, desde que te pusiste tan pedo esa noche.
- Gracias, me lo recordarán de por vida.
- Fué épico.
En fin, hacía mucho que no hablaba con alguien de allí de Bejís, estaba contenta de que encima hubiera sido él. Fue tan simpático cuando estuve allí, me reí más... desde luego, quizás fuera el que mejor me cayó de todos los chicos cuando pasé por allí en verano. Bueno, aunque Juli también se había portado magníficamente. Y Álvaro. Bueno, déjemos a Álvaro en paz. Qué conversación más normal. Mamá me llama para cenar. "¡Apaga ya!" Sí, mamá, voy. Terminaré rápido
- Sí que lo fue, sí. En fin, seguiría hablando contigo más rato pero me tengo que ir a cenar, otro día más.
- Jo, esto va a ser como Pink Floyd sin Syd...
Plof. A un botón de cerrar.
Pink Floyd sin Syd. ¿¡Cómo!? ¿Estoy leyendo bien? Increíble. Increíble, no puede ser. No, no, no, no puede ser cierto. ¿Acaba de...? Sí, lo ha hecho, acaba de decirlo.
Y ahí empezó todo. Qué simple, ¿no? Es increíble lo que puede dar o lo que puede cambiar apenas diez palabras sin más, que no tienen ningún trasfondo. No son un "me gustas", un "te odio", "te quiero ver", "eres lo mejor de mi vida", "para siempre", "hasta nunca" o cualquiera de esas cosas que se suponen que te ablandan el corazoncito. En realidad, no, no son nada. Eran... unas míseras palabras que no movieron lo más mínimo mis sentimientos. En absoluto. Y sin embargo, hicieron que me fijara en él. Lo vi como una oportunidad de hablar con alguien nuevo. Y ahí estaba.
Los siguientes días hablamos hasta caernos de sueño. Todas las tardes, todas las noches. Parecía que cualquier cosa era tema de conversación. Música, metafísica, sarcasmo, Dios, biología, comunismo, leer mentes, más música, genios, felicidad, ignorancia, Bill Gates, drogas, Syd Barrett, Beatles, Paul McCartney, Eric Clapton, guitarras, amigos que se equivocan de colegio y amigas locas y obsesionadas con Bob Dylan. Cualquier excusa era suficiente para hablar con él. De repente, un mero contacto más del Tuenti había pasado a ser el motivo por el que sonreía todos los días nada más llegar a clase, pensando en lo divertida que había sido la discusión del día anterior sobre la cara de bollo pocho de Sir James o lo perfecta que sonaba
Free Bird o
Hallelujah. Sabes, discutía casi a diario con mis padres por la reciente obsesión que había adquirido de acostarme a altas horas de la noche e incluso de la madrugada. De igual manera que no se explicaban que pudiera estar tan exultante, tan abierta, feliz, cariñosa... Llegaba el frío, pero podría sucederse una era glacial, porque no ocupaba el más mínimo segundo en mi mente.
Helter Skelter, Little Wing, agnosticismo, dudas metafísicas, tengo apuntado por la agenda. 22 de Noviembre,
chachi pistachi Juan Pelotilla. Hiciste de una mierda de día, de un recuerdo agrio y desechable, un buen rato. Lo mejor es que no hacía falta más. Llegó un momento que lo que más deseaba en cuanto las manecillas del reloj marcaban las 17:00, era salir de clase y desconectar de todos, para poder seguir hablando contigo. Curioso, ¿no es cierto? Muy, muy curioso.
Lo que más me temía. Finales de Noviembre, José Capuz, mediodía.
- En serio Rafa, es que es tan distinto, ¡sabe tocar la guitarra! ¡Tiene un grupo! ¡Y le gustan los grupos de los 70!
- Sabes que al final...
- No.
- Lo sabes.
- No, no, ¿recuerdas? Soy una roca. Las rocas no sienten. No pienso pasar por eso.
- Acabará pasando. Tiempo al tiempo.
- Esos son refranes de abuela.
- Tú ya verás, ya verás, dos semanas. En dos semanas no dirás lo mismo.
- Qué te apuestas.
- Diez euros.
- Como quieras.
- ¿En serio, estás tan segura?
- Sí, apostémoslos.
Y tiempo al tiempo. Me cuesta poder saberlo todo con exactitud. Hace mucho de eso, ya. De hecho, sólo sé dos cosas.
Que el 1 de Diciembre me llamaste escéptica y que perdí la puta apuesta.
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Es un dolor dulce recordar que ciertas personas te hicieron sonreír.
melt. 23 de Julio del 2011.