10.28.2012

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Y ahora es, definitivamente, adiós. Hay quien viene y hay quien va.
Intenté darte las señales, en la medida de lo que pude y cuanto quise. Pero las ignoraste. Y ahora, no busques, no encontrarás más que cosquillas. Las inocentes cosquillas de los remordimientos bajo tu piel, por inútil. O quizás... quizás no es de inútil. Quizás es algo tan simple como que la única que sintió algo, después de todo, fui yo.
Adiós.

10.22.2012

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Ha vuelto a sonar el teléfono mientras estaba en la cocina, el eco distorsionado de las cuerdas vocales de Jagger que se esfuerza por traspasar los tabiques, no alcanzo a oírlos. Vuelta y vuelta de sandwich de queso en una sartén, aroma a melocotón, a té verde, a kiwi y a tu camisa. Bailas y reinas como si Elvis y sus caderas, no compares, a tanto no llegas. Pero las risas ya rebotan sobre los azulejos y una vocecilla dulce y sedante tararea "Here Comes the Sun" en el 95.9 FM, y qué ironía, hasta hace dos días aquella ventana se cubría con una cortina de lluvia.
Sexto sentido y doble rasero el de tus llamadas perdidas. Si te he visto este mediodía, no sé qué buscas sino enredarme en tus insinuaciones baratas. Se me encoge el corazón. Recuerdos. De ti bebo a través de los recuerdos. Y es triste, qué te voy a contar, si vives en mi memoria lo poco que duren ellos, hasta que se esfumen entre fechas y momentos superpuestos, como las sillas con ropa. Ahí va una prenda, y tan pronto como llega esa una ya están en mente otras cinco más, pero para cuando pretendes salir de fiesta has olvidado por completo la blusa de encaje que dejaste tras venir del café teatro. El paquete de cigarrillos, cuánto más intacto, cuánto más llorado. El Malboro de tus labios de contrabando.
No era la rue du Cherche Midi ni el Pont des Arts, pero si me preguntaran dónde y con más ansias querría verte, sería en la Avenida, allí, el mordisco del asfalto sobre los álamos, y mis mordiscos sobre tu hombro. Te tengo de noche, de madrugada, de tardes y mañanas, abrazar tu espalda sin miedo a... Sin miedo. No sabes ni de Warhol, ni de Mondrian, ni de ríos metafísicos ni Fred Astaire sobre el escenario. Pero es que me ha tocado el papel de ser Oliveira, de verte nadar en esos ríos que anhelo, de verte como la Maga y añorarte por esa libertad que no alcanzo. Estoy limitada, lo reconozco. Sólo soy nihilista hasta que sales por el portón verde de la esquina con Bérite. Sólo entonces se me olvida, por evitar atropellos de ciclistas nada bohemios, e invitarme en la cafetería. No te confundas, dices, no es caballerosidad. Pero yo sonrío a mis adentros, porque ciertos versos cobran vida en esas palabras sin intenciones.
—"Said she wasn't going but she went still, likes her gentlemen to not be gentle..."
¿Qué dices?
Déjalo.
Sobre los bancos, tú me cuentas. Ahora me da por pensar que quizás estaba todo ésto un tanto determinado, no sé, la escena de la piscina sabe tanto a premonición. Pero hubiera deseado, quizás, sólo divago, un poco más de ternura. Y es pedir demasiado, de algún modo, yo tampoco me lanzo, ni me disparo. Este gatillo está en desuso de esperar a no se qué, y el no se cuántos. Gatillos desaccionados por dudas e indiferencia, los te quieros atragantados que me envenenan con su plomo. Y tú.
Tú feliz, creo que lo eres. Quizás hasta te tendré cerca, al llegar el verano. Allí tomaré de excusa el alcohol para dejarme caer sobre tus sábanas o tus brazos, a mi no me importa. Quién busca un amor pasajero, un amor pasaporte. Si tú lo buscas, ven y dímelo, ven y dime. Ven y dime. No quiero esperar a que Junio se haga con mi nervios para poder besarte.
Pero ni el frío ni los días, ni el frío ni el invierno. Ni el frío que no llega, ni el invierno que me espera, en ese Diciembre con garras de hielo, con la oscuridad de la que me sacaste hace no quiero saber el tiempo, serán condescendientes con tu recuerdo. Que acecho y despecho encuentran su eufemismo en "Se va a ir con otro". 

10.19.2012

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Octubre escondiéndose en versos de bocas desconocidas y situaciones distintas. Remover la cucharilla en el cortado, buscando encontrar alguna trascendencia vital en ese gira y gira, en esas ondas espumosas y amargas, como si fueran a hablarme. Qué estupidez. Una estupidez enorme, y tópica, para más inri. Si quedaran lluvias y lágrimas que vinieran, y nunca llegan, pero no las espero. Estén donde estén, seguro que a buen recaudo. No las echo de menos.
Trazos de líneas indivisibles y discontinuas, el gran plano de una pared de ladrillo rojo al más puro estilo Brooklyn. Se respiraba en el ambiente la humedad de lo que se advertía una tormenta eléctrica, el vello de la nuca se erizaba de puro morbo. Los locales aún aguantaban abiertos, entrar, salir, ríos de gente discurriendo de un lugar a otro, como pequeñas hormigas ambulantes, sin clara disposición a hacer ninguna tarea en concreto. Tan sólo entrar, salir. Salir y entrar. Caminar. La noche se cernía también sobre nuestros hombros, acechando tímidamente como quien no se preocupa por llegar pronto, sino tan solo por llegar.
Quizás, y digo quizás por ello, me gustaba tanto el abrazo de lo nocturno. A veces tarda más, a veces tarda menos, pero llegar es inevitable, como lo es desaparecer en ese fundido cían de la mañana. Hay algo diferente en las cenefas incandescentes del skyline de Nueva York que son la envidia de cualquier reserva natural del mundo, y quien lo niegue, me estará negando lo indiscutible. La ciudad guarda entre sus calles y aromas un encanto inconfundible a miscelánea social y cultural. Es un micromundo, un microorganismo de etnias y corrientes funcionando en una especie de orden complejo, lejos de los onvencionalismos. Tan sólo de Nueva York se podrían sacar tantos estudios antropológicos y sociológicos, tantas opiniones y conclusiones diferentes, tantas modas, tantos gustos, tantas formas de ver las cosas. Es el espacio de convergencia de las naciones, no queda país que allí no esté representado. El clímax de la inspiración después de París, que no lo pongo en duda. El fin, el lugar deseado, la ciudad mayúscula. Si algún sueño tuviera que apodarlo con algún nombre, no dudéis que sería ""Manhattan".
No dudéis que mi Manhattan es, de algún modo, Manhattan en sí.
Para marcar más los tópicos, y el inri.

10.07.2012

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Retroalimentación regresiva. Siempre me sentí más cómoda cuando le doy nombres técnicos a los sentimientos. Tecnicismo, objetividad. Duele menos si te sabe a diccionario-enciclopédico de consulta. Así llamo yo a vivir de un recuerdo. O varios. O no lo sé. No, no lo sé.
Me duele. En este mismo instante, me está matando. ¿Qué apuñalas, dama escondida? ¿Qué indagas? Nos conocemos ambas, de hace tiempo. De hace tiempo que también conocíamos que es lo correcto, lo incorrecto y lo odiosamente inevitable. Te duele porque estás mintiendo, y no a ti misma, no es esa mentira la que te desgarra la conciencia. Indecisión, el sufrimiento de otra persona que aún no comprende la magnitud del problema, o sencillamente este último. Desidia. Dolor. Por Dios, lo juro, no sabes lo que duele si el dolor es ajeno. Suplico en silencio que por favor, que me perdones. No quiero tener en mis manos la mínima opción de hacerte sufrir.
¿Qué has visto? No te entiendo. No sé qué has podido ver, si soy materia oscura. Ojalá pudiera explicarte. Ojalá pudiera contarte... qué ocurre. Pero no lo tengo claro. Me hundo si lo pienso, y lo pienso si preguntas cómo me ha ido el día, porque por desgracia, siempre está en mente. Soy muda. Soy mimo. Soy la pesadilla de quien desea gritar y se ahoga. Soy indecisión, soy impredecible y caprichosa. Vivo de la memoria sabiendo que me destruye.
Soy tu frustración vestida de sonrisas.
Aléjate, por favor. 
Aléjate.

10.06.2012

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Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Sé que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos. Esa tarde todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo. Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metíamos en un café del Boul Mich y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida.

                        Rayuela, Julio Cortázar.
Siempre recordaré esas dos  primeras frases. Siempre.

10.02.2012

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Y el miedo se empaña ahora en otros ojos, y es el reflejo a través de esa diferencia lo que sentencia que las semanas no sean semanas, hasta que hojeo el calendario. Sigo todavía enterrada en ese Septiembre prematuro, en las dulces noches que tus palabras acariciaban muecas y sonrisas. Si bien chispas, si bien distancias, si bien no significaba en absoluto, porque todo se hizo material, presente, factible, posible, sensible e irracional cuando te vi en la esquina de la avenida, buscándome con la mirada por donde ya sabías  que aparecería. Pero me adelanté, a tus pasos, porque siempre me adelantaba, hasta que caí, simplemente. Caí en todo lo que te había echado de menos, y en que la distancia, aunque fuera menos, ahora sería mucho más dura que todas las carreteras y aeropuertos de Europa. Porque por tan sólo unas calles, soñaría con abrir la puerta y reírme en tu pupitre. De renegar de tus meriendas y de tu madre, bajar escaleras y carreras hasta las marquesinas. De no saber bien hasta qué hora, pero tener más claro que nunca que, bien la necesidad no hace al hábito, pero sí en ocasiones el hábito a la necesidad.
Sencillamente, comencé a necesitarte. La oportunidad de principio, principio del fin, y de superposición. De dudas e inquietudes todavía no resueltas, ¿es que acaso espero a que seas tú quien vuelvas? No sé si es que te has ido, si nunca estuviste y melancolía e imaginación dieron su golpe maestro. 
Y menuda mierda ésto de seguir sin aclararme, si esperar tus pasos o adelantarme con los míos. De recordar, de acordarme, de pensar si algún día fuiste mío aunque tan sólo de conciencia. A ciencia cierta, yo lo soy, además de ilusa. Quizás fueron más tus ganas de matarme con inocencia desgarradora, que las mías por centrarme en personas que no son nada.