4.30.2013

49

No comments:
Es dulce hasta el contoneo de tu cintura sobre mi pelvis, y el rasgar suave de las sábanas. Es dulce cómo te despeinas y te sacias, de espectáculo de variedades, de dónde habrás salido sino de allí. Es dulce, como bien te he dicho tantas otras veces, que hasta la más mínima partícula de tu piel se erice con las caricias de unos cuantos besos. 
Pero se pierde la dulzura si te acercas y te veo nada más que con ojos de pantera, ojos de ámbar, de depredador famélico, de muerto de sed y hambre, con la brújula sin marcar a ninguna parte. Se me aceleran los pálpitos, los pensamientos, los impulsos y la desesperación absoluta, absoluta velocidad de un láser que atraviesa la consciencia. Un torrente sanguíneo que se abre camino hacia las mejillas. Prende y arde, arde y prende, inflamables como las páginas del Fahrenheit. Heroína, cocaína, antesala de un par de colisiones de placer, tiempo, olas, maremoto, terremoto, tifón, huracán. Descarga eléctrica, los cátodo y ánodo de una batería incandescente. Y un zumbido que me atraviesa la médula con las zarpas sobre la presa.
De pronto, ausencia. Parálisis. Pausa. Una mano que se detiene, un músculo que se contrae. La dinamo detenida en un choque frontal, auspiciado. Se invierte la catálisis. Velocidad absoluta en un mundo donde Lorentz no tiene espacio ni reconocimiento. No sobre sus cimientos. No sobre los de ella.
Se aparta un par de mechones. Sólo la veo con curvas aunque no tenga. Sólo la veo como Fortuna, Fortuna Brevis. Detesto su egoísmo, su ascendencia caprochisa. Maldita Annonaria, la puta que te parió. ¿Qué pretendes? ¿A qué juegas? Me he perdido, ¿que me has insinuado algo distinto? ¿Es mi interpretación? Interpretación la tuya con ese sucio mover de alfil a traición, de dama negra en el acecho. Me desquicias, exasperación, represión contestataria de tu yugo, de tu cándida sonrisa envenenada. Y te tendrías que joder, y ahora que te jodan, y que te jodan, y no te levantas ni con excusas de mierda ni segundas. Ésta no te la paso, y Dios si te la paso, ¡puta impotencia de no saber por qué cojones, por qué me sigues girando la cara como si fuera otro cualquiera!

-¿Qué te ocurre?

Pausa.

-Ey. ¿Estás?

Como si no lo supieras.

-Nada.

Silencio.

- Jack.

Silencio. 

- Jack.

No mires.

-Jack, por favor...

No.

-Jack, mírame. Por favor.

No.

-Yo...

De acuerdo.
Suficiente. Acopio.
De acuerdo, indiferencia. El gesto más sutil, lo más dañino posible.
Y allí. Ahí está. Cervatillo acorralado, perdido, confundido, cansado. Y se me vela la mirada de celuloide con el caleidoscopio de tu inocencia. 
Paciencia, como un susurro. Paciencia, vuelve a la jaula. La bestia en cautividad que se encierra demolida, amansada, dominada por la luz de la dama. 
¿Cuántas noches lleva? ¿Cuánto tiempo es la paciencia? ¿Hasta cuándo no reaccionará? ¿Hasta dónde será verdad que me quiera?