5.25.2014

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Me aferro como una estúpida a la cuasi imposible posibilidad de que te fijes en mí del mismo modo que, cada vez que nos cruzamos-coincidimos-miramos, yo lo hago.
Y realmente me encuentro como una inquilina indeseada de tu piso, la presencia de un niño que observa con inocencia cocinar a su madre. Así, aproximadamente, y nuevamente estúpido, es que hasta pretenda cambiar por ti. Que la intención me nazca. Porque apenas nos conocemos, y por apenas ni nos hemos presentado. Pero encontrarme tan perdida desde hace meses sólo me incita a buscar en las comisuras de otros, aunque luego, y por desgracia, no sea nada lo que desee más allá de eso. Y te conviertes en la Marion Cotillard de unos pocos ilusos, mientras otra vez vuelvo a buscarte en los jardines de la Universidad, las mesas de los cafés, los pasillos de la escuela.
Es triste este amor que no es amor y a la vez es algo.
Me duele quererte sin quererte lo más mínimo.

5.16.2014

Yo soy

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Yo soy
                 Manet
                 Monet
                 Renoir
                 Van Dyck
         normalmente.

Yo soy Vermeer
       cuando te echo de menos.

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Adolece entre mis comisuras, balancín de sueños y semifusas. Se resquebrajan las miradas de Morgana, ofendida, por un rey que no le dirige la palabra. Ha dado su vida por Avalon y nunca recibió nada a cambio, aunque así no fuera su intención. Pero a veces, sólo a veces, siente punzadas en su pecho, porque nadie en realidad busca ser ignorado por quienes ama. Y el ser humano actúa en comunión con la búsqueda del amor de sus semejantes, sean pocos, buenos, agradecidos, o mezquinos. 
Morgana llora en una esquina. Pobre Morgana. Nadie quiere a Morgana.
Las caléndulas se empapan del rocío de madrugada, las luciérnagas son los nuevos cometas del jardín. Al fondo un muchacho se acerca a una doncella e intenta acariciar sus seno. Se lanza con sutileza pero ella le frena.
—No podemos.
—Déjate llevar—le responde él, mientras sube por su cuello—. Carpe diem.
Ella rehuye por una segunda vez. Su corazón palpita al galope de sus pensamientos. No quiere, se repite, no quiere injuriar a su conciencia. No quiere ceder a esa impureza. Pero allí, sin embargo, allí se encuentra, luchando, luchando sin saber si ganará o si perderá. Luchando contra él y contra sí misma, porque en realidad se acercaría a sus labios, y se quitaría la falda, y entonces no, porque no, porque suéltame, ¿de acuerdo? Apártate, vete lejos, te quiero lejos, te quiero fuera y a kilómetros de distancia. Aparta tus manos, aparta tu mirada sucia y tus despropósitos de galán. Estás sucio, ¿qué? Que estás sucio. Me vendes tus mentiras.
—¿Qué estás diciendo?
—Que te vayas,
—¿Por qué?,
—Bien lejos,
—No te entiendo,
—¡Que me dejes!
—Así, tan de repente,
—Sólo eres más escoria, otro más,
—Por favor,
—¿Así es cómo me observas, como mera belleza?
—También eres guapa por fuera,
—¡Hijo de puta!
—No, no me
—Que te mueras,
—Por favor
—O te mato,
—Me destrozas,
—Puto imbécil.
La noche se desviste de su añil y muda a celeste, metamorfosis a mariposa.
Y Morgana se quedó anclada, echando raíces. 
Pobre Morgana.
Quién puede querer a Morgana.

67

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Y se detestaba vestida de princesa y de reina, y de mujer. De mujer prototipo, fenotipo puritano celestial. Se cubría de lágrimas las noches de los viernes, justo después de meterse entre las sábanas. Cuando afloraba Mayo, las obligaciones se hacían tan reales, tan tangibles, que desquiciaban por completo su autoestima. Los nervios, y no precisamente los epiteliales, cristalizaban violentamente sobre su sien. Dolor de cabeza, cabeza del dolor. Cajón desastre de los medicamentos, cuarto empezando desde abajo, justo al fondo. Aripiprazol, olanzapina, paroxetina, quetiapina, dónde está, setralina, risperidona, se ha acabado, escitalopram, ibuprofeno, ah sí, aquí. Sí. El envase de celofán mandarina, el jaque mate ansiolítico. Deja caer un comprimido sobre la palma de su mano. Siempre le ha desagradado su sabor, simple y insoportablemente amargo. Con un gesto rápido se lo acerca a la boca y los engulle sin apenas rozar su lengua, para abalanzarse a continuación sobre el grifo de la cocina. Siempre le ha desagradado.
Esta mañana han hablado de un test, sí, bastante curioso, la verdad que me ha hecho gracia. Parece que la estadística, bueno, no está tan mal, no. Se llamaba LSD. Dietilamida del ácido lisérgico, es curioso, sí, es gracioso, porque a ver, obviamente no es dietilamida del ácido lisérgico, pero es, bueno, es interesante pensarse que esa gente no cayó en la cuenta de que sus siglas podrían confundirse con ello. No sé, a veces la gente es tan imple, tan banal, tan plana, tan transparente. A veces parece que puedes ver directamente a través de sus cuerpos, de su con(s)ciencia inerte, de sus risas irreflexivas. Podrías detenerte ante ellos y admirarlos como quien admira un Van der Rohe, mientras que se ofuscan por tu mirada inquisitoria. Y cómo tiemblan, y cómo se incomodan, y cómo disfrutar de ese placer oscuro que es indagar en los abismos de la estupidez humana, de ese egocentrismo tan puro que se esconde en nuestros corazones de plastilina. De ojalá despedazarlos sin más remordimientos, y desnudarlos, y abuchearlos hasta hacerlos deshacerse como si los recubrieras de ácido hasta los huesos. De patearlos. De torturarlos hasta la muerte, por ser tan planos, tan vacíos.
Tan inertes.

(seis minutos y treinta y ocho segundos)

Keynes

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"Aún haciendo a un lado la inestabilidad debida a la especulación, hay otra inestabilidad que resulta de las características de la naturaleza humana: que gran parte de nuestras actividades positivas dependen más del optimismo espontáneo que de una expectativa matemática, ya sea moral, hedonista o económica. Quizá la mayor parte de nuestras decisiones de hacer algo positivo, cuyas consecuencias completas se irán presentando en muchos días por venir, sólo pueden considerarse como el resultado de los espíritus animales —de un resorte espontáneo que impulsa a la acción de preferencia a la quietud, y no como consecuencia de un promedio ponderado de los beneficios cuantitativos multiplicados por las probabilidades cuantitativas." 

5.07.2014

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Yo también soy vertical en mis parábolas.
Yo también soy asesina de esperanzas.

Origami

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Todas las palabras que nos dijimos, que no nos dijimos, el mosaico de las penas de abril. Los abrazos de nicotina que se apilan en la terraza del patio interior. Yo digo «papel», papel susurro, papel de terciopelo en tus labios, si te acercas a menos de tres centímetros. Y te miras y me miro y nos miramos, inciertos, indispuestamente complejos, ata(ca)dos por una cuerda floja. Ven, Fred Astaire, baila sobre nuestras esposas de polipropileno, baila sobre nuestro puente de silencios, sobre las miradas, sobre mis dedos entrelazados con tus manos. Sobre mis gritos ahogados en desvelos de madrugada.
Y yo te digo «estoy derrotada» con la esperanza de que me dejes sola. Y tú me dices «papel», y no te entiendo. No te entiendo por qué sigues y no te alejas, y me dejas, y te quejas de aguillotinar la posibilidad de sufrimiento. Y prefieres el riesgo a sufrir que vivir tranquilo. Y tú, tú, tú me sigues diciendo «papel, papel, papel». Me ruegas creer, me ruegas papiroflexia. 
Y yo inflamo los origamis.