6.28.2012

18

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Hace ya tiempo que perdió los nervios y las ganas incesantes de verle. Aquella tarde no fue distinta. En contra de todo lo que hubiera imaginado, ejemplos miles de promesas estúpidas, fallidas, el flujo de pensamientos se centró esta vez en una única variable: el tiempo. El llegar tarde. La necesidad de cumplir con esa cantidad exacta de minutos que le había marcado. Nada más.
Cansancio, delirios. Una mañana frenética de sube y baja de escaleras y pasillos repletos de toda clase de estudiantes. Aunque se tratara de uno de los veranos más tempranos en lo que se refería a adelanto respecto a las fechas convencionales, en la Universidad se respiraba un ambiente aún juvenil y a aire acondicionado a excesiva potencia. No eran pocos los hombros desnudos que hubieron de ser cubiertos con finas chaquetas de punto, dignas de las más frescas noches de Junio. A las puertas de lo que eran los bloques de edificios se aglomeraban numerosas masas de gente, algunos ataviados con mochilas y carteras variopintas, lejos de las modas que pudieran hacerse eco en aquellos años de instituto, donde primaba más la popularidad que los resultados brillantes.
Babs se quitó los auriculares al sentir unas breves vibraciones en el bolsillo izquierdo de su pantalón corto. Un mensaje. ¿Cómo quedamos? ¿Nos vamos a tomar unas pizzas al Da Vinci?. Sonrió. Lo había echado de menos aquella semana, la verdad. No quiso molestarlo durante esa semana de vacaciones que estuvo en Marsella, dejándolo descansar y reprimiendo la irrefrenable necesidad que sentía de entablar, aunque fuera, la conversación más estúpida entrada ya la noche. Ellos lo llamaban la franja horaria, y venía a ser el encuentro predefinido nocturno que mantenían día a día. Lo que al principio era fruto de coincidencia de horas libres se convirtió en una costumbre agradable y, con el tiempo, que buscaban. Ambos.
Tecleó un par de frases en el teléfono móvil. Perfecto, tardo treinta y cinco minutos. Pon cinco más de margen de error, y allí nos vemos, monstruo. Soltó un pequeño suspiro y carcajeó en bajito, dejando volar la imaginación un breve instante, una secuencia de imágenes de tantos momentos que podrían pasar esta noche, la final de la Eurocopa España - Italia, un partido decisivo y esperado, aunque también terriblemente peligroso.
5 horas más tarde, las calles rebosaban festejo y desorden. Banderas rojigualdas ondeantes allí donde miraras, gritos, euforia, gente bailando y bebiendo y llorando, ríos de emoción y de felicidad. Porque era eso, felicidad, en una cantidad que nadie antes habría predicho, una magnitud incomparable. Era el aroma de la victoria esperada, puede que mejor inesperada, pero desde luego, bien recibida.
Caminaban entre risas hacía la marquesina de la parada de autobús. Sabía que llegaba tarde pero no le importaba en absoluto, la temperatura era perfecta y nada le apetecía más que echar unas risas fáciles junto a Dan.
—Si quieres puedes irte, de verdad.
—No, me espero, no importa.
—¿Sí?
—Sí, que además, si no, me aburro.
—Si le queda mucho al bus me voy andando, ¿eh?
—¿Andando?
—Sí.
—Qué huevos tienes... 11 minutos—dijo, seguido de una pausa y una sonrisa—. Me parece que me quedo.
Babs sonrió también. Un largo silencio cuajó entre ambos.
—Hace calor.
—¿Qué dices? Yo estoy genial.
—A ver, no es que haga calor... pero se podría estar mejor.
—No creas.
—¿De verdad que estás bien, así?
—Sí, no sé, hay brisa, sólo que demasiada humedad. Quizás.
—Sí.
Dan se acomodó en el respaldo de los asientos de la parada, con gesto despreocupado y al lado de su amiga. La había observado durante toda la noche pero no había conseguido arrancar más que sonrisas neutras y vocablos de cortesía. Giró la cabeza hacia el barullo, intentando aparentar indiferencia, pero era precisamente éso lo que le revolvía los pensamientos. Ésa indiferencia que no sabía si era real, o el producto de un rechazo ya inminente. Putas dudas.
La nocturnidad los amparaba bajo su velo, y entonces, una frase le vino a la mente. Unas palabras que, hacía ya tiempo, salieron de sus labios, quizás con un propósito.
O puede que con ninguno.


"¿Y no has llegado a la conclusión de que te basas en suposiciones que ni te molestas en comprobar y que una vez establecidas no cambian, aunque veas obviedades que den pie al cambio?"

—Bueno, ya está. No ha tardado tanto—rió la muchacha. Le costaba obviar una sonrisa como la de Babs, y menos aquella. Menos después de aquella semana. Y mucho menos, después de saber que su corazón ya era de otro.
—Hasta mañana— suspiró.
—Hasta mañana. 
Y las puertas se cerraron en la noche.

6.25.2012

17

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You hear that phrase a lot, but it’s real with me and her. She loves me in spite of everything, in spite of myself. She has saved my life more than once. She’s always been there with her love, and it has certainly made me forget the pain for a long time, many times. When it gets dark, and everybody’s gone home and the lights are turned off, it’s just me and her.
Johnny Cash

Sucede que, en algunos giros inesperados del destino, cambiamos el rumbo de nuestras espectativas y objetivos y volteamos todo tipo de formas de ver la vida 360º. Quizás por novedad, quizás por mejoría. Quizás por la simple necesidad de cambio. Sin embargo, sólo en ciertas ocasiones es el proceso paulatino y natural de los acontecimientos lo que nos lleva al resultado. Un proceso más largo, más inocente, más inconsciente, pero me atrevería a afirmar que, posiblemente, más fuerte que ninguno. Porque son más las cosas y más los hechos los que te quitan el velo de los ojos.
Y así he llegado yo hasta aquí. Como una completa imbécil.
No vale querer ahora, cuando tuvo que ser entonces.

6.21.2012

16

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Un beau jour c'est l'amour et le coeur bat plus vite,
Car la vie suit son cours
Et l'on est tout heureux d'etre amoureux
C'est le temps de l'amour,
Le temps des copains et de l'aventure
Quand le temps va et vient,
On ne pense a rien malgre ses blessures
Car le temps de l'amour
C'est long et c'est court,
Ca dure toujours, on s'en souvient.
Françoise Hardy

6.20.2012

15

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—No podéis creeros vuestras propias gilipolleces —solía decirnos mientras le daba una calada a su pitillo—, y si es así, tenéis que tener la polla destrozada de tanto daros por culo los unos a los otros.
Keiko McCartney, "Lady McCartney"

Sin coherencia, sin cordura, sin pies ni cabeza, sin sentido, sin nada. De repente apareciste y no sé por qué, pero has conseguido lo que ninguno antes había hecho. Me haces plantearme de nuevo todo y... y... es absurdo. A mi también me lo parece, de acuerdo. Más que a ti, seguramente.
Pero quiéreme. Aunque sea absurdo. Quiéreme.

6.18.2012

14

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Afortunadamente no sabes de ésto.
Lo que me hubiera faltado.

6.15.2012

13

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Se llamaba Rubik, como el cubo, y le gustaba asomarse por la ventana los días en los que el cielo amenazaba tormenta. No es un secreto, como verás, que yo también me asomaba por las mañanas mientras se desnudaba con paciencia en el cuarto, deslizando las camisas por su piel de porcelana. El deshacer y rehacer del pelo, de esa espiga caoba que caía sobre su espalda.
Se llamaba Rubik, y un día fue mía. Yo la tuve entre éstos mis brazos, y bebí por ella cientos de tequilas para olvidarla más rápido. Hablan de whisky, pero los tragos, si son de absenta, queman más las penas. Cuestión de pragmatismo, elijo el remedio a la clase. Se entienden en estas palabras el melancoholismo por lo perdido, por sus sueños con aroma a plástico quemado. Y yo me pregunto qué decidimos mal, si es cierto que la suerte está echada y que la mierda es potencialmente acumulativa. No lo sé, en serio, de verdad que no lo sé. Paradójico es que tú me hagas ahora echar de menos tiempos antes de conocerte, tiempos que ahora te sustituyen. Has lanzado tu dardo contra mi diana, has disparado. Ahora eres quien deja las cartas en el buzón de reclamaciones, pero ya no pasa el cartero. ¿Quién te puede querer ahora, tan dulce, tan frágil, tan dejada? Antes buscaba el consuelo en viejos bares nocturnos y charlas animadas con amigos, siempre que el ambiente lo propiciara. Y es que no te quedaste tan sólo con mis ilusiones, sino que llegaste más lejos, mucho más. Inconformista, te gustaba jugar a hacer daño. Ahora, arrepentida, te acurrucas en las esquinas y palideces al verme.
Anoche me llamaste, que lo sé. Anoche abriste de par en par las ventanas justo cuando salí a fumarme el cigarro, saludando con el encanto angelical de tu mirada, de tu sonrisa, de tus gestos. Pero, ¿sabes? Confórmate de vez en cuando con la indiferencia, la residual, la que aparece cuando la felicidad releva a la nostalgia y dejas de comprar paquetes de pañuelos. Confórmate con ella, porque no tengo más que ofrecerte. Ya no es rencor ni dolor ni venganza. ¿Venganza de qué? De nada. Llámalo equis, si no quieres llamarlo ausencia.

12

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Busco tu cara con mis manos y de repente nos falta espacio y nos sobra sábana, pero no importa, porque en este instante eres tú y soy yo, y nos convertimos en uno sólo. Un juego de a ver quién se lanza al vacío antes, se nos aceleran los latidos uno encima del otro. En un momento caos y vicio, no poder parar con las caricias ni los mordiscos. Y sigues pidiendo más y buscas más y aún más si se puede, ahora quiero quitártelo todo, quiero que seas mío, sé que ya no me escapo ni te escapas, estoy atrapada, he caído finalmente en tus zarzas. Lenguas que pelean, terciopelo, un dolor dulce que nos mata...
Y el problema llega ahora, cuando las cigarras rasgan en la nocturnidad.
Porque no hay calle, ni tráfico, ni música que te salve del sangrante susurro de tus reflexiones.


“With less one finds, 
With too much one loses oneself.”

6.12.2012

11

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—¿Por qué? dijo la Maga, sin moverse del suelo, mirándolo como un perro.
—¿Por qué qué?
—¿Por qué?
—Ah, vos querés decir por qué todo esto. Andá a saber, yo creo que ni vos ni yo tenemos demasiado la culpa. No somos adultos, Lucía. Es un mérito pero se paga caro. Los chicos se tiran siempre de los pelos después de haber jugado. Debe ser algo así. Habría que pensarlo.

Rayuela. Julio Cortázar.

6.11.2012

10

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Me siento tranquila. Me siento ausente. Me siento.
Floto. En una piscina, boca arriba. Estoy relajada, los pensamientos fluyen sobre las palmas, sumergidas.
Es extraño, escucho. Todo es extraño ahora. Todo lo que quise, no lo quiero. Todo lo que ahuyentaba, lo reclamo. Pero estoy tranquila. El estómago está vacío. La piel está quemada. No sé si habréis probado alguna vez eso de no sentir dolor, y no me refiero a ignorar, ni nada parecido. Me refiero a un dolor físico, una herida. De las sangrantes, sin sentidos figurados. Un corte. Consiste en alejar tu mente de ese foco de dolor y centrarlo en poner la mente en blanco. Funciona, juro que funciona. (...)
Empiezo con un par de largos, pero los músculos no se relajan. Paro, respiro. Me duelen los hombros. Vuelvo a colocarme las gafas y comienzo a bucear. Se distorsionan los gritos de Valero bajo el cloro y el agua.
— Hacía tiempo que no te veía.
— Ya. Estaba ocupada.
— Eso parece. ¿Cómo es que has vuelto?
— Dicen que es bueno para la espalda.
Veinticinco minutos de vestuario. ¿Es un vals, eso que suena, bajo la ducha?... Empiezo a arreglarme, en un intento inútil de evitar mi reflejo. Recojo la bolsa. Un moño improvisado que acaba en melena al aire. Cuánto me ha crecido el pelo en estos meses, me encanta venir aquí, sin pájaros en la cabeza. No ha estado mal, debería repetir. Ruge. Hago oídos sordos. Y vuelve a rugir. Calla, por favor, aquí saco la manzana.
— Hasta luego.
— Adiós.
Un examen por preparar vuelve a inundarme de inquietudes cuando, de repente, lo veo. No puede ser cierto. No me lo creo. Debe ser imposible. El tiempo se detiene durante unos instantes. De golpe, en seco. ¿Qué...? Está apoyado contra la pared del polideportivo. Metro setenta y mucho, rozando el metro ochenta, podría jurarlo. Mira con una frecuencia de siete segundos hacia la puerta, jugueteando durante ese intervalo con una BlackBerry negra, sin funda. Equipaje a los pies, creo que juega al baloncesto. Da una imagen de desenfado, natural. Rubio oscuro, cejas pobladas, ojos verdes, pestañas rizadas, rostro anguloso, de rasgos duros y, aún así, con mirada de niño. Y su sonrisa. No puedo evitarlo. Su maldita sonrisa.
Estúpidamente parada de frente a un casi desconocido. Estúpida, en general. Como yo sola puedo serlo.

9

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No creía en el amor a primera vista hasta que el destino se volvió en mi contra en dos ocasiones, justo en las mismas fechas, esos mediados de Marzo con aroma a pólvora y a recuerdos jodidos.
Tal que apareciste acompañado junto a unos antiguos compañeros de clase. Fue nada más verte, lo supe. Tenías algo y por encima de cualquier cosa, fuera lo que fuera, lo quería. Quería eso que guardabas en ti. Fueron tan sólo cuatro días, cuatro extraños días de mirarte a escondidas mientras también me observabas. Nunca supe tu nombre y tú el mío lo conocías, habías oído hablar de mi, casualidades de la vida. Decías "¡Eres la chica desconocida!" y luego nos reíamos como niños, después de unas presentaciones hipotéticas hacía escasa media hora. ¿Qué tendrías de distinto? Y así la preguntaba flotaba en mi mente justo antes de acostarme, cada noche. "Qué estúpida", susurraba en la penumbra nocturna, vodka en mano y amiga al lado, "lo acabo de conocer y ya sé que me gusta". Sonaba tan absurdo que lo creí posible.
No volvimos a vernos. No nos dimos los números. No me diste tu nombre. Sólo dijiste "Adiós", la última noche, y después te marchaste.
Son especiales esas casualidades. Es extraño, el funcionamiento de la mente humana. Y que después de ya meses, aún recuerde cómo no me reconociste en aquel paso de peatones, cuando cruzabas, rodeado de tus amigos hacia una función de teatro. No supe si rehusabas de mi mirada o ni te fijaste si quiera, pero allí estaba.
Hoy he sonreído acordándome de cómo esas tonterías... Ahí se quedan. Flotando. Y puede que tengan más significado sin ser nada que tantas cosas que tengo día tras día.

6.08.2012

8

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Todas las mañanas desde la misma esquina, para ti no hay problema, a ti te da igual. No me importaría que la vida fuera un tanto más fácil y que tú también me facilitaras las cosas. No sé, ¿qué es, de qué se trata, qué buscas, qué esperas? Una respuesta absurda. Y aún más absurdo me resulta mirarte a escondidas, qué tontería, cuántas vueltas da la vida.
Quizás me gustas porque no te tengo y si te tengo no me gustas.
Pero da igual, porque no resulta.

6.07.2012

7

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Valencia se viste de azul atardecer sobre las nueve de la noche. Un azul simbiótico con el frenesí interno de la sangre por mis venas, bombeando a flor de piel. Se oculta una cólera ciega entre tus pestañas. Las canciones pasan, notas sobre el oído. Llegan y se van y aceleras el paso, pero nada más. Tan sólo es volver a casa, nada más. Nada más.
Rozas con un dedo tu piel, extraña, expectante. Cierras los ojos y dibujas su cara a base de secuencias imaginarias. Es entonces cuando el aleatorio escoge Angie y el corazón se detiene en un breve instante. Se paraliza la calle y se paraliza el tráfico, como aquel día de Enero, como si no se tratara de otro más entre treinta y uno.
Lo admito, que no lo he olvidado. No se puede olvidar, no se puede enterrar. La rutina ha sepultado todas aquellas sensaciones que entonces conseguían hacerme sentir viva, pero todavía sonrío cuando oigo tus comentarios en bocas ajenas. Me sorprendo hablando, de repente y casi sin venir a cuento, de esa fría madrugada recién estrenada, en la que yo me revolvía entre sábanas y sueños... y un poco de Oasis también, seamos sinceros. Podía recrearte en medio de la pista, vestido de traje. Tus facciones y tu mirada, los detalles a los que llevaba una semana dándole vueltas en mi cabeza. Siguen en mi memoria tan nítidas como entonces las Navidades donde los kilómetros pesaron como nunca antes habían pesado. Las distancias se me hicieron tan largas y la espera eterna. No entendía ni sabía ni comprendía cómo me contenía, día tras día, con una extraña madeja de sensaciones hormigueando mis sentidos, ir y venir incansable de indecisión. Ahora sí, ahora también, y tan de pronto como lo tuviera claro un "no" me acariciaba el oído.
Tan pronto como lo tuviera claro, y estaba de frente a la plaza, fría, solitaria. Con miedo de pisar los baldosines y de que me vieras, cuando ansiaba por salir corriendo, un impulso. Corre. Huye. Vete. No vuelvas a hablarle más, que desaparezca.Y fueron esas cosquillas, ese morbo, lo que escribió aquella tarde.
Quedarme esperándote hasta que apareciste.
Y el resto, es memoria.

6.06.2012

6

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There was never any more inception than there is now,
Nor any more youth or age than there is now;
And will never be any more perfection than there is now.
- Walt Whitman, "Leaves of Grass".

6.02.2012

5

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Ahora cierras. Te vas. Y ni si quiera tú sabes cuándo vuelves, o si llegarás a hacerlo.
Las palabras me saben a sucia premonición, pero sólo deseo que el sexto sentido falle, que falle y no acierte y nada de lágrimas. Aunque ya es tarde, porque asoman las primeras. Quizás somos el fracaso que nunca quisisteis reconocer, pretendiendo seguir en pie en una vorágine de autodestrucción.
Ya es demasiado tiempo el que aguanta la encina contra la tormenta. Nunca fuimos junco, y nunca lo seremos.

4

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Te me antojabas espacio y tiempo en la misma definición y de verdad creías que, a pesar de que la distancia se había vuelto más que obvia, seguía perteneciéndote, en ese extraño modo de pertenecerte. Pero olvidabas, una vez más, que ciertas mentes buscan ocultarse del reconocimiento al que se someten tras descubrirse al mundo. Que los secretos son secretos porque se juran no desvelarlos. Y por tanto, ciertas secretos son las grandes mentiras de la Historia.
Es el amargo diálogo de las mañanas de Junio, despertar sobre las sábanas muerta de frío. La cruel responsable son las madrugadas que se cuelan por la ventana, unas madrugadas a las que aún no consigo acostumbrarme. El dulce placer del insomnio sobre mis ojos ya lo doy por perdido, sin salida. No me quedan más huellas de tu presencia sobre mi piel, más que ella misma, ella sola, ella entera.
Y qué. Nada de sincerarse, no es preciso. La indiferencia precede cada paso dado y los secretos siguen a buen recaudo bajo llave en el ático de la conciencia.
En realidad, todos mis secretos son mentiras con destino a tu oído.