9.24.2012

33

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                             Ojalá supieras.
                                  Ojalá entendieras.
                                        Ojalá vinieras y, tan solo,
                                     simplemente,
                                               confesases que tú también esperas.
                               

                                       Ojalá.







9.11.2012

32

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I feel safe. I mean, I feel safe into this insecurity which is rounding my head, all the time.
It's cold outside, the fall came sooner. In fact, this morning I had to take my clothes off and put on that... that warm sweater you gave me that Christmas, at Geordie's home. I think you'll remember, it was only a few months ago. Well, you never had a great mind, neither a great memory. But who knows, maybe you surprise me with another of your unexpected details, and I already have to shut up. I say, who knows.
Walls are painted now in shiny, plain white. Yesterday Cameron came for helping us to paint house and move some furniture around, you know, I still remember last time we met I told you we would move to North Hempstead. I think anywhere would have been as good as there to move on. The only condition was being away, as far as I could of you. And not to remember.
We were a pair of crazy lovers, despite everything. We used to cry until the night was out, and then kissing each other, looking for the love somebody stole us. You liked to call me at dawn, or texting me messages you know I would answer in the following minutes, maybe seconds. It was different, I know. Different of what else I had ever felt, I had ever done. I didn't care about what I would have to expect of you, or me. I never called us "we", which sounded strange and overwhelming.
The clock is ticking, chances come and go. It was my choice. To leave you, to forget you, to forgive you. Forgiving you for all these nights you made me feel like the only one, in spite of the fact I never was.
Now I realize, you know.
Better late than never.

Love,
             Nora.

31

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Siempre juego en partidas en las que está escrito, desde el principio, quién gana y quién pierde. Y puedo asegurar que todavía no me he llevado ninguna medalla, en todo este tiempo.
Por una vez, no me importaría ganarla. Me morderé uñas, manos y lengua si hace falta.
Pero por Dios. Ven, joder. Ven.

9.10.2012

30

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No sé si dar explicaciones está demás, si por saber no sé ni lo que piensas. Las dudas me ahogan, a veces incluso me incendian. Explicaciones, intenciones inacabadas y no contrastadas con la supuesta realidad a la que nos enfrentamos. Y no tengo claro si utilizar el nos. Confusión. Escúchame, escucha. Ahora no tengo claro si soy yo o si es otra, y si lo soy es un problema pero si no, una decepción.Yo me digo, "tranquila, si no ha acabado bien es que todavía no es el final", pero me suena a desecho barato, residuo. Del repetitivo, de volver al principio de una historia que no sé si quiera cuándo empezó. ¿Acaso ha empezado? Y así me surgen, sumergen, inmersión profunda, todas mis inquietudes y preguntas.
Sinceramente, lo único que necesito es verte. Dudo que creas que me gusta enfrentarme al miedo del que tanto te he hablado otras veces. No me gusta, lo juro. No me gusta la angustia de dar dos pasos y notar que aún no lo tienes claro, no saber qué siento. Y todo, todo por culpa de unos nervios estúpidos que... Que si no eres capaz de comprender... No sé cómo puede salir. 
No sé si ésto saldrá.

9.08.2012

29

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No, no digas nada. Yo hablaré. ¿Me has echado de menos? Porque yo a ti mucho. Eres un verdadero tirano, ¿sabes? Me cuesta estar enfadada contigo, pero ésta te la guardo. No te hagas ilusiones. Me gustaría hablar pasando del juego... por una vez. ¿Te gusta mi vestido? Se lo he birlado a mi hermana. Tenía éste o otro rojo tipo bomba nuclear o algo así... Debí ponerme ese... lo sé. He debido pasarme más o menos tres horas frente al espejo. ¡Pero ha merecido la pena, estoy guapa! Y espero gustarte. Si no, te meto un tortazo. ¡Espera! Shhhh... Por donde iba... El problema es que si me dijeras "me encantas" no podría creérmelo. Julian, ya no se cuando es un juego y cuando es verdad. Estoy perdida. ¡Espera,espera! No he terminado. Dime que me quieres. Dímelo porque yo jamás me atreveré a decírtelo primero. Me daría miedo que pensaras que es un juego. Sálvame, te lo suplico.
Sophie, Jeux d'enfants
/Tenía que escribirlo/

9.07.2012

28

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La casualidad hace referencia a la combinación de circunstancias que resulta imposible de anticipar y evitar. Aquello que ocurre por casualidad es imprevisto y, por lo tanto, no puede sortearse. Muchas personas sostienen que, en un sentido estricto, la casualidad no existe; que aunque no exista voluntad ni intención por parte del individuo, sí que hay una coincidencia espacio-temporal que explicaría racionalmente el suceso.
Las casualidades, o lo que vengan a ser, racional o irracionalmente, definen la gran mayoría de situaciones que nos suceden día tras días. Como tantas otras cosas, suelen pasar desapercibidas, porque no son importantes: "Aquella chica de alli tiene la misma camiseta que yo". Por ejemplo. O que pongan en la radio precisamente esa canción a la que llevas dándole vueltas durante más de una semana. También. Nimiedades, en resumen. Y eso es lo que las hace diferentes.
Digamos, entonces, que las casualidades son todos aquellos detalles insignificantes que no podemos prever. La casualidad de coincidir por un pasillo al subir del recreo, o de compartir el estrecho camino hasta la parada de bus a la que acudes para ir de vuelta a casa. Pasear sin rumbo fijo y acabar casi a quince metros de ella, y encontrarte allí también. Recibir una llamada tuya en mitad de la madrugada, justo antes de cerrar los ojos, pensando que no, que no llamarías. Que qué tontería, que estarías de fiesta. Que si nos ponemos en la pizarra y corregimos los ejercicios exactos, o que quieres montarte un grupo de rock.
Que me parece que estoy haciendo el idiota contándote todo ésto y no sé por qué me tengo que dar cuenta ahora, después de ya unos cuantos, bastantes meses, y es absurdo y lo sé y no sé. No sé qué hago aquí. No sé por qué dudo pero quiero que sepas que en fin... Que yo pensaba que podría con todo ésto y contigo. Pero al final, me he enamorado. Supongo. Y no sé qué piensas, qué se te pasa por la cabeza, si son o no indirectas, si vienes, si vas, si me dejas. Si yo qué sé. Si es otra, por ejemplo. Y si es casualidad, o pude haberlo evitado.
Y creo que no.

9.06.2012

27

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Lo conocí el primer día y no me transmitió ninguna sensación. Apenas una indiferencia sutil por su presencia, tan sólo. No tenía pinta de nada. Quizás eran los aires de grandeza, o una suave prepotencia de quien cree tratarse del dueño de aquel apartamento, puesto que efectivamente, era donde se alojaba. Se pavoneaba sin camiseta y con un cigarro en la mano, a pesar de que estuviera prohibido y de que en más de una ocasión le hubiera costado la reprimenda de los encargados, al saltar las alarmas de humo e incendio. Indiferencia la suya hacia lo que le dijeran, quien fuera, y un timbre de voz corriente y natural, agradable, desde mi punto de vista. Luego nos vemos, te esperamos fuera, que vaya conociendo al resto. Pedazos de melón que se agencian de frigoríficos ajenos. Un chaval normal de los que nacen bajo el cobijo de una cuenta con muchos ceros, y no de los que van a la izquierda.
Salto en el tiempo. Me ahorro miles de detalles sin trascendencia alguna en la historia, aunque puede que sean esos detalles los que me atrajeran, de forma inconsciente y desde el principio, hacia él. Ésta no es una historia de amor. Es una historia de chica conoce a chico, o chico conoce a chica. Y lo que pasa, como siempre pasa, es la vida. O así lo decían en una película.
Puede que habláramos. Puede que me pillara con toalla y descalza al salir de la ducha, con el pelo chorreante y las mejillas encendidas. Recuerdo aquel instante, de cuando salió de la habitación de enfrente justo cuando me disponía a abrir mi cuarto, probando con distintas llaves. Se trataba del principio consciente, si tuviéramos que fijarlo en algún punto en la línea del tiempo. Misma escuela, pero las coincidencias y diálogos nunca daban más fruto que efímeras conversaciones cargadas de timidez y cortesía, como si la cosa no terminara de cuajar. Quién de los dos le daría menos importancia, si para empezar yo todavía tenía la cabeza en mis recuerdos, en mis tonterías. En mis "aún no me lo creo que esté aquí, donde todo pasó, hace un año", y tú... bueno, tú. Tú eras tú, y fardabas a escondidas de palizas en callejones e ideologías extremistas. Lo curioso fue, que entre otras cosas, nunca fueran aquellas historias las que contaras en mi presencia. Porque resulta, y esto es lo que ocurría, que si medíamos nuestras palabras era porque había algo. Tú en ti, y yo en mi. Ambos lo sabíamos pero no querríamos darnos cuenta. Pero todo sale a la luz cuando noche y alcohol se mezclan.
Era jueves y hacía un par de días que ya me fijaba en tu sonrisa. Los estudiantes de la residencia habían descubierto la fantástica existencia de un pub o discoteca en el Centro al que podrían entrar con la ayuda de un tipp-ex y unas manos expertas que cambiaran un 95 por un 93. Siendo mi primera semana de estancia en aquel lugar, preferí no arriesgarme a que me mandaran de vuelta a casa. No, efectivamente, ya no sólo por temor a una reprimenda a la inglesa, sino porque por tener no tenía ni idea de donde se cogía el autobús de vuelta a casa. Decidí, por tanto, quedarme en mi habitación o, al menos, con cualquiera de los extranjeros que vagaban por allí. Te preguntaron, lo recuerdo. Delante de mi, después de responder con mi negativa tras unas cuantas insistencias. Ídem por tu parte, y mentiría si no afirmara que me puse nerviosa de pensar y no pensar, estupideces que se me ocurrían. Intenté alejar aquellos pensamientos. Sí, mejor.
La noche nos confundió con cerveza y confesiones. Yo que te preguntaba en qué creías y tú que sentías curiosidad en mis discusiones familiares. Eso es todo, durante al menos tres largas horas en las que nos quedamos tan sólo en abrazos. Y yo decía, yo pensaba, "qué estúpida eres, que sabes que sientes algo". Y tú, tú no sé qué pensabas. Pero allí estábamos, y contigo me hubiera quedado toda la noche. Y contigo, todos los días. Como ya adelantaba, tonterías. Y éstas se alargaron durante lo que quedaba de tu estancia, lo mismo daba que si estabas con tu cigarro o te cruzabas conmigo en los pasillos. No te miento, que me gustabas. Al final era cierto que me gustabas. Y qué, si a tí a también. Y que, si lo del día siguiente.
Y qué más, si cuando te fuiste aguantaba lágrimas que ya no me quedaban.
Y qué, si sabía que ni volvería a verte, ni volveríamos a hablar. Porque tú volvías a tu vida normal, dejando atrás a la pobre idiota que no sabía que ya querías a otra antes de todo aquello.
Querías, y sigues queriendo.


Pero ya lo decía Cohen,
"Eso es todo, ni siquiera pienso en ti muy a menudo". 

9.03.2012

26

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Estampida de emociones, a borbotones, como la espuma subiendo por el cuello de botella de tu quinto. Nuestros labios se mueven ya con torpeza buscando el diálogo dulce, aunque pícaro, producto de ése alcohol que lleva flotando sobre nuestras venas hace ya al menos una hora. Echas una mirada furtiva hacia tu bolsillo y sacas el móvil, riéndo entre dientes el último chiste malo que leíste en el magazine dominical. Parece que me has leído la mente. Las manecillas apuntan con precisión Longines las doce y treinta y dos minutos de la noche.
El ambiente de aquella noche distaba bastante de mi frenesí interior. Nos mecíamos en unas sillas de madera entre conversaciones a medio volumen y camareros que iban y venían, retirando los botellines vacíos que apurábamos sobre la marcha. Siempre he creído que el poder de reflexión de las burbujas adquiere una especial intensidad si éstas son de una Newcastle, y aquella noche nada me apetecía más que desgarrar los límites de consciencia y subconsciencia y hacerlos vibrar. Qué decir, si sobran las palabras, que durante dos semanas intenté mantenerme lo más lejos posible de la realidad, pero no se puede obviar lo inmediato. Y qué había más inmediato, que el reencuentro. 
Septiembre. Lo que para tantos suponía un nuevo comienzo, para mi tan sólo se quedaba en una mezcla non-grata de fonemas sibilantes, oclusivos y nasales. Septiembre, septiembre. Me recordaba al café, adictivo en aroma pero amargo en boca. Pero no había lugar para el café en aquella taberna semi-iluminada de barrio, ni si quiera en la supuesta carta del menú. Cécile parecía recién salida de un horno, con las mejillas todavía ardientes a causa de la larga exposición al sol, durante el mediodía. No quiso apartarse, decía que la crema superaba el factor 50+. Siempre fue una muchacha terca y de fuertes convicciones, la sonrisa más traviesa del apartamento. Los pómulos y frente prominentes, además de su larga aunque escasa cabellera rubia, la diferenciaban del resto de muchachas. Os aseguro que nadie lucía más orgullosa su cuerpo que ella, haciendo bandera de su delicada anatomía polaca y pestañas postizas. Una farola encendida en la lluvia parisina, sin duda. Parloteaba entre gestos y gin tonics sobre irse a vivir a Estocolmo, decía que las largas estancias en el metro de Londres, junto al mal tiempo que acompañaba de costumbre a la ciudad, la agotaban en exceso.

>> Arctic Monkeys — Fire and the Thud

—Nunca me ha acabado Inglaterra—decía entre sorbos—, la gente es sucia, fría y cuadriculada. Peor que los alemanes, y ya es decir. Ni si quiera mi abuela me habló tan mal de los alemanes — sé que os lo esperabais, siendo polaca — cuando invadieron Varsovia. Aquellos eran despiadados, pero al menos se cambiaban de uniforme después de la faena. Hijos de puta. ¿Ves? Estocolmo, ya te digo. Suecia es uno de los países con más inversiones en el Estado de bienestar, la ayuda social y la investigación —otro sorbo—. Es mi lugar. Pierdo el tiempo aquí, ¡ni si quiera sé que hago bebiendo cerveza! Malos hábitos adquiridos, ¡a mi no me gusta la cerveza!
—Cile, eso es un gin tonic.
—¿Y qué más da? Las inglesas siguen siendo gordas y en los desayunos sólo sirven muffins de chocolate y expresso. No me tires de la lengua, que echas de menos volver a las orillas del Támesis lo mismo que yo. Sé que andabas comiéndote la cabeza con ello, te he visto. Porque volver es inevitable, sí. Y a la vuelta las calles seguirán abarrotadas de turistas durante el mediodía y los Starbucks de ejecutivos; Marie Anne seguirá con sus clases en el Kings, a la vuelta preparará la cena y nos contará cómo está de harta de su marido, que necesita vacaciones, que necesita un jovenzuelo que le alegre el cuerpo; Westminster siempre será Westminster y cantaremos hasta morirnos de frío 'La Barbacoa' en Navidad; y tú le echarás de menos los días de lluvia. No hay más.
—Por desgracia.
Cécile guiñó un ojo, como huella de empatía.
—Nunca es tarde para cambiar.
Adrienne, que había atendido con interés el monólogo de Cécile, inclinó su cuerpo hacia un lateral y cogió su bolso.
—Llámale, anda.
Negué con decisión.
—No.
—¿Por qué?
—Le puede el orgullo.
—¿Y no está pudiendo contigo ahora?
—Es distinto—continuaba negando—. No tengo noticias suyas desde hace días, y ya ves tú, un par de palabras cruzadas en mensajes de texto.
—Te llamó desde el aeropuerto, aún así.
—Ya.
—Os vais a ver mañana, ¿no?
—Todavía no lo sé.
—¿Qué?
—Que no lo sé.
—¿Por qué? No seas estúpida.
—Tengo dudas.
—¿Otra vez aquel muchacho de...?
—Sí...., bueno, en realidad no. No, no, soy yo. Es que, no sé. No lo tengo claro. No sé qué siento. No sé... a ver, sí, sé que siento algo.
—Pues ya está.
—No, ya está no. No vale ya está. No vale gustar.
—Siempre tienes que ir a lo grande.
—No sé con qué intensidad es.
—Ya evolucionará, tiempo al tiempo. Crees que enamorarse es cosa de... De cuentos, de desperatrse y tenerlo claro. No, amiga, llega con el paso de los días y los meses, de la convivencia. Te enamoras cuando estás con él.
Balbucí mentalmente una respuesta, y frené en seco. Adrienne me miró inquisitiva, al advertir el gesto de represión.
—Respecto a eso...
—Ambas sabemos—me interrumpió antes de conseguir formular mi frase— que eso sí que fue distinto.
Se hizo un largo silencio en la mesa. Johana dibujaba con las gotas de cerveza derramada mientras las demás hacíamos acopio de fuerzas para pedir una última ronda, sin saber aún muy bien si brindar por un futuro incierto o un pasado insuperable.
Cécile se levantó de la mesa y recogió las pocas monedas que quedaban ya, para acercarse a la barra.
—Quizás—apostilló—ya es hora de dejarlo pasar. Por muy distinto que fuera.


[...] And the jostling crowd, you’re not allowed to tell the truth
And the photobooth’s a liar, and the sharpened explanations
But theres no screaming reason to inquire [...]