9.26.2014

Insomnia

El hormigueo de las termitas del insomnio; las cosquillas que trepan, casi deslizándose, sobre el antebrazo. Tic, tac, tic, tac. Compás de tres por cuatro en andante moderato. La alegoría del equilibrio emocional de los funambulistas.
Y yo me confieso entre susurros si no estoy, bueno, un poco enferma, un poco dañada, un tanto muerta. Si las puertas de (mi) percepción no se habrán astillado por los módulos de flexión, y etcétera. Los juegos de absurdos, me he dejado llevar mucho tiempo por lo lógico en esencia y cortado con lo emocional. Ahora me duelen las siete conciencias del hipotálamo por apartar a mis amistades, por revolver las entrañas con tal de no beber ni una copa, o hacerlo hasta ensangrentarlas. No sé si esto no es al fin y al cabo la autodestrucción que tanto amé cuando era inconsciente. Creo que todo parecía menos trágico en fotografías de muñecas pálidas.
Las dudas son mi golosina favorita, cambiando de tema. De mí qué sería sin joderme la existencia con inseguridad, efectivamente. Me gusta apoyar la nuca en el reposa cabezas y divagar sobre la posibilidad de pisar con fuerza el acelerador y acabar con este suplicio innecesario. Pero claro. Claro.
Claro, todo.
Claro, las personas, los objetivos, las metas, el camino es en realidad importante, las amistades, las oportunidades, la carrera, lo que has visto, el chocolate, las cosas que echas de menos, los países que deseas visitar, el veganismo,
la vida en sí, 
el todo,
el me odio profundamente.
Por qué no me dejáis que me consuma.

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