6.15.2012

13

Se llamaba Rubik, como el cubo, y le gustaba asomarse por la ventana los días en los que el cielo amenazaba tormenta. No es un secreto, como verás, que yo también me asomaba por las mañanas mientras se desnudaba con paciencia en el cuarto, deslizando las camisas por su piel de porcelana. El deshacer y rehacer del pelo, de esa espiga caoba que caía sobre su espalda.
Se llamaba Rubik, y un día fue mía. Yo la tuve entre éstos mis brazos, y bebí por ella cientos de tequilas para olvidarla más rápido. Hablan de whisky, pero los tragos, si son de absenta, queman más las penas. Cuestión de pragmatismo, elijo el remedio a la clase. Se entienden en estas palabras el melancoholismo por lo perdido, por sus sueños con aroma a plástico quemado. Y yo me pregunto qué decidimos mal, si es cierto que la suerte está echada y que la mierda es potencialmente acumulativa. No lo sé, en serio, de verdad que no lo sé. Paradójico es que tú me hagas ahora echar de menos tiempos antes de conocerte, tiempos que ahora te sustituyen. Has lanzado tu dardo contra mi diana, has disparado. Ahora eres quien deja las cartas en el buzón de reclamaciones, pero ya no pasa el cartero. ¿Quién te puede querer ahora, tan dulce, tan frágil, tan dejada? Antes buscaba el consuelo en viejos bares nocturnos y charlas animadas con amigos, siempre que el ambiente lo propiciara. Y es que no te quedaste tan sólo con mis ilusiones, sino que llegaste más lejos, mucho más. Inconformista, te gustaba jugar a hacer daño. Ahora, arrepentida, te acurrucas en las esquinas y palideces al verme.
Anoche me llamaste, que lo sé. Anoche abriste de par en par las ventanas justo cuando salí a fumarme el cigarro, saludando con el encanto angelical de tu mirada, de tu sonrisa, de tus gestos. Pero, ¿sabes? Confórmate de vez en cuando con la indiferencia, la residual, la que aparece cuando la felicidad releva a la nostalgia y dejas de comprar paquetes de pañuelos. Confórmate con ella, porque no tengo más que ofrecerte. Ya no es rencor ni dolor ni venganza. ¿Venganza de qué? De nada. Llámalo equis, si no quieres llamarlo ausencia.

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